Artículo de opinión de Jacinto Marabel, Secretario de la Asociación Alfonso IX con ocasión del aniversario de la toma de Badajoz por el ejército británico el 6 de abril de 1812. Publicado en el diario HOY de Badajoz el 6 de abril de 2019.
Seis de abril de 1862, en algún lugar de Darmstadt los supervivientes del Sitio de Badajoz se reúnen quizás por última vez para rendir homenaje a sus camaradas caídos. El tiempo los diezmó a todos, por lo que ya octogenarios, los hermanos Maurer, Karl Friedrich y George Phillipp, el general Friedrich Selzam y el coronel Franz Engelhard, a los que se suma en esta ocasión el Ministro de la Guerra Ferdinand Wilhelm Schäeffer von Bernstein, hermano de un capitán de granaderos al que rebanaron el gaznate en el baluarte de San Antonio, escuchan al bibliotecario de la corte del Gran Ducado del Hesse y el Rin recitar una vez más ‘Die Hessen auf der Bresche von Badajoz’, los versos que invocan el espíritu de los cientos de alemanes atrapados para siempre en las brechas de la ciudad.
6 de abril de 2009, en algún lugar de Afganistán las tropas del Regimiento de Mercia izan la casaca roja que conmemora el Badajoz Day. La tradición, basada en una interpretación apócrifa de las memorias del teniente William Grattan, se reproduce todos los años en el castillo de Nottingham, en el Ayuntamiento de Derby y en el acuartelamiento de los herederos del antiguo 45 regimiento de línea, en Belfast, en señal de respeto por el alma de los miles de soldados ingleses confinados para siempre en las brechas de la ciudad.
Unos y otros, alemanes e ingleses, combatientes de ambos lados como también lo fueron franceses, canadienses, belgas, polacos o portugueses, trataron de mantener siempre viva la llama del recuerdo de aquellos que les precedieron. Veinticinco años más tarde, los vecinos de Darmstadt promovieron una campaña para levantar un monolito a los caídos en las guerras napoleónicas, en el que finalmente se postergó a los de Badajoz. Está en Marientplatz, y si tiene oportunidad de visitarlo, comprobará las flores que le depositan con regularidad. Doscientos años más tarde, los vecinos de Badajoz promovieron una campaña para levantar un monolito a los caídos en la Guerra de la Independencia, en el que finalmente se postergó a los de Darmstadt. Está junto al baluarte de Santa María, y si tiene oportunidad de visitarlo, comprobará que nadie les deja flores.
Vivimos en un mundo precario, que se deshoja y marchita a pasos agigantados. La modernidad líquida de la que habló el sabio Zygmunt Bauman se ha apropiado de todos nosotros, fagocitando muchos de los valores que sustentaban y daban sentido a las vidas de nuestros abuelos.
Dicen los que saben de esto que la caída del muro de Berlín dio paso al Fin de la Historia profetizado por Francis Fukuyama, y que Occidente asiste a una época de relativismo moral y ético, anestesiado en valores. Una circunstancia nada ventajosa en el mundo globalizado en el que vivimos, como hace bien poco nos advertía el general Dacoba. El actual director del Instituto Español de Estudios Estratégicos puso el dedo en la llaga en el curso de la conferencia que dio por inaugurada la exposición de Menacho en Capitanía, haciendo énfasis en el iceberg que representan las civilizaciones compactas y homogéneas que se nos vienen por la proa, mientras seguimos tocando alegremente como la orquesta del Titanic, ajenos al peligro de naufragio del mundo que conocieron nuestros abuelos. De nuestra cultura, en suma.
Cultura que mantienen las tradiciones. Porque las tradiciones transmiten de padres a hijos los principios más arraigados en nuestra sociedad. Los valores por lo que dieron sus vidas cientos de héroes anónimos y cotidianos, por ejemplo. Héroes de un mundo antiguo que hoy nos parece épico y legendario. Paisanos nuestros, que forjaron un carácter acerado e indomable a lo largo de generaciones. Gentes recias y fronterizas, acostumbradas a la alarma continua y al fragor de los cañones. Badajocenses antiguos de permanente olor a pólvora, que mataban y morían por unos pocos pero sólidos principios. Abuelos de nuestros abuelos, que dieron cristiana sepultura a tantos y tantos soldados que vinieron desde muy lejos a morir a las puertas de sus casas. Héroes anónimos o conocidos, nuestros y de lugares distantes, que merecen que no les olvidemos, porque, equivocados o no, lucharon siempre para legarnos un mundo mejor. Un mundo que se nos escapa a chorreones.
En Badajoz, el 6 de abril es algo más que una fecha en el calendario. Es el símbolo que rememora un terrible recuerdo de nuestra historia y concentra toda la identidad de nuestro pasado. Precisamente porque seguimos siendo parte de ese pasado debemos mantener vivas las tradiciones. Porque si perdemos las tradiciones perdemos las raíces. Y sin raíces no somos nada.
PUBLICADO ORIGINALMENTE EN EL DIARIO HOY DE BADAJOZ EL 6 DE ABRIL DE 2019